jueves, 24 de enero de 2013

Capítulo 3: Recuerdos del pasado

Hola lectores, siento haber tardado en publicar pero mi madre me castigó y tuve examenes y bueno cuando he podido me he puesto ha escribir. Este capítulo también esta dividido en dos y aquí está l primera parte. Disfrutad del capítulo.

                                                                                         Muaks <3



Regreso a la mesa del aeropuerto con mi termo de café. Estoy cansada, triste, ojerosa… Hoy no soy yo misma. Los días pasados transcurrieron más rápidos de lo que yo me esperaba. Vi como los restos de mi hogar terminaban de desaparecer ante mis ojos hasta que solo quedaba nada.



Aquí estamos a  menos de una hora de abandonar el país de dejar atrás todo y comenzar de nuevo.  Una nueva vida. Me asusta la idea, muchísimo. 
Chantal, mi madre nos presto mucho apoyo a mi hermano y a mí en estos últimos días. Recogimos toda la casa, bueno lo que quedaba de ella, nos contaba anécdotas sobre lo que había ocurrido en un rincón y en otro.  Las cosas que sucedieron antes de que llegásemos a esta casa. Como fue su vida antes y después de conocer a Ed…
Me siento al lado derecho de Dustin apartando su maleta roja con la bandera de Reino Unido  de delante de mí. Me siento y empiezo a dar unos pequeños y cortos sorbos al café que me comprado. Es café con leche, el sabor amargo no me gusta y menos cuando yo misma me siento amarga por dentro. Sería como un motivo más para empeorar mi humor, pero en cambio en los días en los que me levanto sin ánimo y con demasiado sueño en vez de tomarme un café con leche me tomo un café solo. El sabor ¨dulce¨ del café con leche no me despierta lo suficiente como para afrontar las siete u ocho horas que me esperan en el colegio.

-Mamá..- Comienza Dustin.- ¿Como conociste a papá?- Se le encienden un poco las mejillas al decir esta frase, tiene catorce años, pero tengamos la edad que tengamos siempre nos va a dar vergüenza hablar de estas cosas.

-¿Tu también…- Se ríe un poco antes de terminar la frase y dice.- quieres saber como conocí a vuestro padre?- y al terminar se vuelve a reír. Normalmente no la oigo mucho reír, bueno la verdad es que creo que nunca la he oído reírse como ahora, como si fuese una adolescente apunto de contarle una confesión a sus amigas.
La miro un momento vacilantemente  y me río yo también como una estúpida.-Sí, claro ¿Por qué no?

Mi madre, pone la mirada perdida en el horizonte, como si quisiese buscar en el fondo de su memoria para buscar algo perdido, después de un rato empieza a hablar.
-Corria el año…- Dustin la corta diciéndola.- ¡Por favor mamá que poca originalidad para contar una historia!- Yo me rio y mi madre le lanza una mirada como si fuese a asesinarle.

-Bueno, si preferís que no la cuente me callo y ya está.
-No, no- soltamos los dos al unísono.

-Entonces empezaré de nuevo.- Nos sonríe dulcemente y clava sus ojos en nosotros. Corría el año  1987, eran finales de Julio y a mis amigas y a mí nos apetecía hacer una locura. Así que decidimos irnos a los San Fermínes. Nos costó sudor, lagrimas y algún que otro grito por parte de nuestros padres, pero finalmente nos dejaron ir. El siete de Julio el primer día de fiesta. Nos habíamos plantado la ropa blanca y el cinturón rojo.  Dejamos las maletas en nuestro hotel. Estaba que se caía pero era lo mejor que podíamos haber conseguido con nuestros ahorros, esa era una parte del trato, ellos nos pagaban la comida, de nuestros gastos corrían el billete, el alojamiento etc.  Bueno, pues como iba diciendo fuimos al hotel, dejamos las maletas y nos pusimos el atuendo típico, nos dirigimos a la plaza donde iban a dar el pregón de fiestas. Mientras nos abríamos paso entre toda la gente hubo un momento en  el que me despisté y me dí contra un chico.-

-Chantal, Dustin, Luis, venid que ya vamos a embarcar.- Gritó mi padre desde el mostrador de embarques del aeropuerto.

Nos levantamos, cogimos nuestras maletas y chaquetas y nos acercamos hasta dónde está mi padre. Después nos dirigimos hasta la puerta y de ahí al avión.   Es un avión grande, el más grande en que he montado. Tres columnas  de asientos cada uno, dos a un lado y una en el centro, con tres asientos en cada columna respectivamente.  Tenemos dos asientos en la columna de un lado, pero como somos cuatro uno se tiene que sentar en una columna distinta y ese decidimos que sea mi padre. Dustin se sienta en la ventana, yo en el medio y mi madre a mi lado. Mi padre está al lado de mi madre, pero separados por un poco más de medio metro.
-Bueno que mamá, ¿proseguimos con la historia?

-Está bien, no me dejáis ni un rato de descanso.  Bueno, creo que lo dejamos en el punto en el que me di contra un chico. Bueno, pues este se giro y en lo primero que me fije fue en sus profundos ojos marrones, eran tan oscuros tan profundos, nunca había visto unos ojos como aquellos, espalda ancha como la de un nadador, tez de colo café con un poco de leche y los brazos musculosos, se veía que estaba fuerte. Me quede petrificada, él se dio cuenta y me pregunto que que me pasaba, ya sabéis lo típico que se pregunta en estos casos.- Dustin y yo nos reímos y dejamos que mi madre prosiga con la historia.- Nosotras respondimos que sí y bueno nos fuimos sin decir nada más desaparecimos entre toda la multitud. Después de unos cuantos días de fiesta conociendo Pamplona y alrededores, una noche, la noche del  quince  de julio, ya habían terminado los San Fermínes y bueno nosotras teníamos que regresar a casa el día dieciséis así que decidimos ir a cenar a una taberna típica española, se llamaba ¨La españolita¨. Mis amigas y yo entramos cogimos mesa y  teníamos esperanzas de que hablasen ingles para que entendiesen nuestro pedido. Cuando llego el momento menos esperado por nosotras, que eran que nos tomasen el pedido, nos atendió un señor mayor, no tendría menos de sesenta años así que de ingles sabría poco. Empezamos a hacer gestos de la comida que queríamos comer y también de las bebidas hasta que llego otra vez él.
-¿Y quien era él?- Levanté la voz – Siempre él, él, pero nunca nos dices quien es ese él.

-Ya va Luis, tranquila, todo a su tiempo- Respondió mi madre calmada y con un toque de risa en sus palabras.- Él empezó a hablar en un inglés perfecto, no tenía ningún acento, excepto del que es propio en Londres.  Nos estaba preguntando que habíamos pedido y que deseábamos beber. Cuando ya se lo habíamos dicho, también en un español perfecto le dijo nuestro pedido. Más tarde ya cuando habíamos terminado de cenar y ya nos estábamos levantándonos para ir al hotel, se me acercó y me dijo que si podíamos hablar un momento. Claro, que me pare y estuve hablando con el pero no más de dos minutos porque mis amigas tenían ya ganas de llegar al hotel y dormirse.- Mi madre lo dijo despacio, como si se tratase de una mentira, así, por lo tanto no iban a dormir.- Me dijo que era de Londres, que si querría volver a verle y yo lógicamente acepté. Su nombre era Eduard, sí era vuestro padre, de joven era todo un Don Juan.  Cuando volví a Londres estuvimos quedando varios días incluso semanas, hasta que me pidió salir. Y bueno, desde ese momento nos volvimos inseparables, no podíamos estar separados, nos faltaba algo, éramos como el oxigeno que necesitaba el otro para no caer muerto. Nos necesitábamos y nos seguimos necesitando igual que antes.
-Joer´ mamá, que ñoñería nos acabas de meter-

-¡DUSTIN! Que te he dicho de ese vocabulario, además me pedisteis una historia de amor y eso es lo que es.

-Mamá, pues a mí me parece muy bonita, muy emotiva y muy esporádico todo.
Después de aquel relato de mi madre me giro a contemplar el cielo desde la pequeña ventanilla de avión. Somos tan insignificantes y tan valiosos a la vez los seres humanos. No valemos nada en el universo pero en nuestro pequeño mundo con nuestras pequeñas vidas todos somos pequeñas piezas encajadas a la fuerza o por voluntad para vivir la vida que se nos ha asignado.  Quisiera ser como el viento, no tendría responsabilidades de las que preocuparme, siempre a mi suerte, tranquila, relajada. Sin decisiones que tomar o que los demás tomen por mí. Si fuera el viento volaría sin rumbo fijo, sería un alma libre.

Entre pensamiento y pensamiento me quedo dormida.  Sueño con las mil y un noches, con un amor tan fuerte y tan vivo que hacía que lo sintiese por todos los lados.  Cuando me despierto quedan todavía dos horas de viaje, así que saco la carta que me escribieron mis amigas. Antes no me había atrevido a leerla, no fui lo suficientemente valiente para enfrentarme a todas las cosas que habíamos vivido y que ya iba a dejar atrás en cuestión de días. Me latía rápido el corazón, tenía una parte de ellas en mí, pero ¿Qué les había dejado yo a ellas? Nada, absolutamente nada, mi recuerdo y mi ausencia.
Primero toco el borde del sobre de la carta, tiene una frase en la parte delantera que pone ¨A nuestra dulce Luis¨ el sobre es dorado. Es mi color favorito, es como si mirases hacía la esperanza y como que me recuerda siempre, más o menos, por lo que hay que tener esperanzas. Desde luego no es un color cualquiera, habían elegido bien. Despego el borde del sobre con mucha delicadeza, no me gustaría que se rompiese. Abro el sobre y como de la nada surge un olor como a canela con un sutil toque de olor a lavanda. Se nota que se lo han trabajado, además la hoja es del color rosa, que es también mi color favorito aparte del dorado. Así que después de haber inspeccionado y guardado en la memoria cada detalle de ese sobre y la hoja, bueno las hojas, me decido a leerla.

4 comentarios:

  1. Y no nos lees la carta! Quiero la hoja de reclamaciones! Esta señorita nos deja con demasiada intriga! http://macherieladyartiste.blogspot.com.es/

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    1. Jajajaja, ya esta subido el siguiente capítulo y la carta tambien! :)

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  2. Me pregunto que pondrá en la carta, la historia de como se conocieron sus padres es muy romantica espero el siguiente :)

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